Carta de Óscar Arias a Mujica
Estimados compas:
Esta es la carta de Óscar Arias, presidente de Costa Rica, a Mujica, proponiendo que Uruguay elimine sus fuerzas armadas. Creemos que el tema es demasiado importante como para quedarse en la mentalidad pacata de solamente ver quién lo dice. Por eso divulgamos esta carta y a continuación una nuestra que hemos enviado al semanario Brecha. Nos proponemos contribuir a un debate serio sobre el tema e invitamos a todos a participar.
En momentos en que el presidente de la República se propone incluso aumentar el gasto militar y además quiere excarcelar a los militares genocidas, el debate es imprescindible.
También es necesario contestarle al propio Óscar Arias y a cosas inaceptables que dice, como lo referido a Haití. Que muestra que hay dos maneras muy distintas de encarar el desmantelamiento de las fuerzas armadas, la nuestra es la que recogemos del mejor pensamiento antimilitarista uruguayo, Emilio Frugoni, Julio César Grauert y Carlos Quijano.
Salud
ANDRÉS OLIVETTI - FERNANDO MOYANO
Excelentísimo señor Presidente:
No le escribo hoy a don José Alberto Mujica
Cordano, sino al "Pepe" revolucionario, a ese hombre que en medio del
fango del horror, conservó siempre intacta la flor de la justicia; a ese
soñador que no apagó la luz de la utopía, ni en el más oscuro rincón de
su celda olvidada; a ese idealista que defendió, ante ofensas y
amenazas, una fe inquebrantable en un futuro mejor para Uruguay y para
América Latina. Le escribo al "Pepe" para decirle que queda todavía, en
el morral del tiempo, una última utopía: la abolición del ejército
uruguayo.
Mis palabras emergen del cariño y de la buena
voluntad. Sé que no tengo ningún mandato sobre los destinos de su
pueblo. No pretendo irrespetar la soberanía de una nación hermana. Tan
sólo quiero brindar un consejo que veo escrito en el muro de la historia
de la humanidad: los ejércitos son enemigos del desarrollo, enemigos de
la paz, enemigos de la libertad y enemigos de la alegría.
En gran parte del mundo, y sobre todo en América
Latina, las fuerzas armadas han sido la fuente de la más ingrata memoria
colectiva. Fue la bota militar la que pisoteó los derechos humanos en
nuestra región. Fue la voz del general la que pronunció las más cruentas
órdenes de captura contra estudiantes y artistas. Fue la mano del
soldado la que disparó en la espalda del pueblo inocente. En el mejor de
los escenarios, los ejércitos latinoamericanos han significado un gasto
prohibitivo para nuestras economías. Y en el peor, han significado una
trampa permanente para nuestras democracias.
Uruguay no necesita un ejército. Su seguridad
interna puede estar a cargo del cuerpo de policía, y su seguridad
nacional no gana nada con un aparato militar que jamás será más poderoso
que el de sus vecinos, que además son países democráticos. No importa
cuánto invierta en sus fuerzas armadas, Uruguay no logrará ganar una
carrera armamentista contra Brasil, Colombia, Argentina, Chile y
Venezuela. En las circunstancias actuales, la indefensión es mejor
política de seguridad nacional para su pueblo, que un aparato militar
inferior al de sus vecinos.
Lo digo por experiencia. Costa Rica fue el primer
país en la historia en abolir su ejército y declararle la paz al mundo.
Hace más de sesenta años, otro Pepe revolucionario, el Comandante José
Figueres, decidió proscribir para siempre las fuerzas armadas de mi
país. Desde entonces, los costarricenses no han vuelto a vivir una
guerra. No han vuelto a derramar su sangre en un enfrentamiento civil.
No han vuelto a temer un golpe de Estado, una dictadura o un régimen de
persecución política. Mi pueblo vive en paz porque apostó a la vida;
vive en paz porque confío en el poder de la razón para gobernar los
impulsos de la violencia.
Me dirá, querido amigo, que Costa Rica vive en
medio de países pacíficos. Pero eso no fue siempre así. Hubo una época
en que mi pueblo colindaba al norte y al sur con la dictadura. Hubo una
época en que el silbido de la metralla sonaba muy cerca de nuestras
fronteras. En lugar de tomar las armas, Costa Rica salió a luchar por la
paz en Centroamérica. No nos hizo falta el ejército. Por el contrario,
estar desmilitarizados nos permitió ser percibidos como aliados de todas
las partes del conflicto. En verdad le digo que no ha habido decisión
que más haya fortalecido la seguridad nacional costarricense, que la de
eliminar el ejército.
Otros dos países latinoamericanos han seguido
nuestro ejemplo: Panamá y Haití. En 1994, el Congreso panameño aprobó,
por medio de una reforma constitucional, la abolición de las fuerzas
armadas. Desde entonces, Costa Rica y Panamá comparten la frontera más
pacífica del mundo. Y no es casualidad que sean, también, las dos
economías más exitosas del istmo centroamericano. Porque el dinero que
destinábamos a nuestros ejércitos, lo destinamos ahora a la educación de
nuestros niños, a la salud de nuestros ciudadanos y a la competitividad
de nuestras industrias y comercios. Hemos cosechado los dividendos de
la paz, así como también los cosechó, aunque en menor medida, el pueblo
de Haití, que con la abolición del ejército puso fin a un eterno rosario
de golpes de Estado.
¡Hay tantos mártires en la historia contra la
tutela militar! Usted que padeció bajo el yugo de la opresión, tiene
ahora la posibilidad de librar para siempre de ese yugo a los hijos del
mañana. Cuando el futuro venga, en palabras de Mario Benedetti, "con su
afilada hoja y su balanza, preguntando ante todo por los sueños, y luego
por las patrias, los recuerdos y los recién nacidos", tenemos que saber
qué le diremos. Tenemos que saber lo que hemos sido. Ojalá que ese
futuro reconozca en usted, amigo Presidente, al "Pepe" revolucionario
que declaró la paz al mundo y decretó sagrada la vida en Uruguay.
Un abrazo fraterno,
Óscar Arias Sánchez
Presidente de la República de Costa Rica
No hay comentarios:
Publicar un comentario